Cuando escribimos, dejamos una parte de nuestras almas en las palabras. Cuando reímos alegramos a otros con nuestras alegrías. Cuando lloramos compartimos el dolor con quienes nos quieren. Cuando vivimos, simplemente crecemos.

domingo, 15 de enero de 2012

AMS

Ella nació un 18 de marzo de 2005,  le costó nacer, tardó horas en despedirse del querido útero materno que había sido su hogar. Llegó al mundo en una tarde nubosa, con el mar teñido de gris, pero a nadie le importó eso; sus dos hermanos mayores esperaban con ansias poder verla, y al hacerlo su cara sonrosada iluminó a todos en aquella habitación de hospital. Quería cogerla, achucharla, enseñarle a hacer las mil cosas que ellos creían que debía saber, pero no podían, acababa de nacer y debía pasar aquella noche en el hospital junto a su madre. Salieron del hospital tristes por no poder estar junto a su pequeña muñequita, pero felices porque la espera había valido la pena. Cuando salió del hospital, ellos la esperaban en casa, donde todo estaba lleno de cosas para ella. Ropa, juguetes, su cunita... todo giraba en torno a esa pequeña. Hace ya casi siete años desde estos acontecimientos, el bebé se ha convertido en una niña preciosa que camina y aprende de sus hermanos mayores. Es una niñita feliz y alegre, que va al colegio y sonríe a todo aquel que quiera recibir su cariño.

Y bueno, ya sabéis porque escribo esto, es sobre mi hermana sobre la que hablo, sobre la razón de mis sonrisas más sinceras. Ella que me abraza cuando estoy triste, aunque no entienda el por qué, quien a veces me saca de quicio, pero quien me hace ser la persona más blanda de este mundo solamente con una mirada.
Mi hermana, la de sangre, la que lleva una cuarta parte de mi siempre con ella. Mi hermana, a quien protegeré contra todo lo que pueda, pero dejándola aprender por si misma.

Mi Hermana

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