Cuando escribimos, dejamos una parte de nuestras almas en las palabras. Cuando reímos alegramos a otros con nuestras alegrías. Cuando lloramos compartimos el dolor con quienes nos quieren. Cuando vivimos, simplemente crecemos.

jueves, 28 de abril de 2011

Hoy, me toca escribir, ya era hora de sentarme delante de este teclado donde tantas veces he escrito mil y una palabras.

Sensatez, algo tan abstracto, quizá pueda parecer que no he actuado de esta manera en mi vida y no se equivocaran. Pero la sensatez no es algo que aparezca de repente, va creándose en con nosotros, y arrastrándose en nuestras vivencias, y como por arte de magia un día te levantas y eres una persona completamente distinta a la que eras hace unos meses. Te miras al espejo y no te reconoces, y ya piensas que las ilusiones son bonitas, pero hay que tener cuidado con ellas.

Y así, hoy me levanté sin reconocer la imagen que me miraba desde el otro lado, preguntándome como una persona muy cercana a mi estaba actuando de una forma que la pone en riesgo a ella y a cuanto quiere. Hoy me levanté queriendo gritar, queriendo ir a dónde él está y decirle: Arriésgate, pruébate, danos la oportunidad, dejáme demostrarte, reclamarte, enamorarte.  Y todo eso debido a la sensatez, una sensatez que me dice en este miso instante, deja de callarte, lo que tenga que ser será, pero di lo que tienes que decir.

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