Cuando escribimos, dejamos una parte de nuestras almas en las palabras. Cuando reímos alegramos a otros con nuestras alegrías. Cuando lloramos compartimos el dolor con quienes nos quieren. Cuando vivimos, simplemente crecemos.

viernes, 20 de diciembre de 2013

AIPM

De nuevo me siento delante de esta pantalla, con mis dedos unidos a las teclas, para dar forma a esas palabras que cruzan mi cabeza en estos momentos.
Hoy me he puesto a recordar, a recordar el día en que la conocí:
Era un otoño fría en Valverde, yo estaba de fiesta para no variar, y de repente vi a una preciosa chica rubia sentada en un banco, apartada de todo el barullo de gente. Tenia unos preciosos ojos azules, pero estaban empañados en lágrimas, y como tantas otras veces antes y en otras circunstancias no pude soportarlo y me acerque a esa jovencita de los cabellos de oro.
Nadie podría nunca haberme dicho lo que esa chica iba a suponer para mi. A esa noche, en la que conseguí que dejara de llorar, le siguieron muchísimas más, en las que ella fue el motivo de mi risa y de mi alegría.
Con el paso de los años, se ha convertido en alguien irreemplazable para mi, ella es mi ángel rubia, mi grande, mi gordi, es para mi mucho más que una simple amiga con la que salgo de fiesta, es mi hermana, forma ya parte de mi familia, y por mucho tiempo que pase se que eso no va a cambiar.

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